Cuando me despertaba a media noche veía debajo de la cama unos ojos. La mirada de ellos se dirigía hacia donde reposaba. Lo que hacia era envolverme más en la cobija y tapar mis ojos con la almohada. Después estaba en un profundo sueño. Pasada la noche dejaba todo en el olvido.
Todo desapareció cuando cambiaron de lugar los muebles de la habitación.
Tambien recuerdo que una tarde dormí tanto hasta el anochecer. Mi hermana mayor fue a despertarme porque ya era hora de cenar. Poco a poco abrí mis ojos. Lo peor fue ver que mi muñeca Barbie parpadeo. El susto fue inmenso que me quede inmóvil sin saber que hacer. Luego de un gran salto, baje de la cama. Sin decir ni una palabra de lo sucedido. Llegue a cenar. Fue hasta la mañana siguiente. Que les dije a mis papas de lo ocurrido. Como era de suponerse rieron de mi relato. Y me dijeron que eso no podía suceder.
Lo chistoso es que ahora ya de grande me di cuenta que los ojos que veía cada noche. Era la luz que se proyectaba debajo de una silla colocada a la par de mi cama. Y el parpadeo de mi muñeca fue tan solo producto de mi grandiosa imaginación.
Solo puedo pensar que cuando uno es niño. Todo lo cree e imagina. Piensa que lo que uno ve es real. Pero en verdad es una fase que se tiene que pasar. Es divertido volver a recordar.
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